A lo largo de la novela surgen canciones para situar a los lectores en aquel tiempo y a los personajes en la situación. Son, como todo en esta vida, de diferentes estilos, pero que sonaban en el momento de la novela y que podéis escuchar mientras al tiempo que la leáis :
Los textos en cursiva pertenecen a partes de la novela.
Terminada la conferencia se daría un concierto con cinco sonatas de Massià interpretadas por Mercè Puntí, acompañada al piano por Sofía Puche de Mendlewicz.
Bajo las notas de La Lacrimosa del Réquiem de Mozart, interpretadas al órgano por una joven delgada y austera, el recinto cobró todo su esplendor escénico. Observé en torno a mí. Aquellos rostros, aquellas miradas perdidas en la magnitud de la iglesia, aquellos golpes de pecho insinceros, aquellas lágrimas fingidas, no conmovían a nadie; aunque persuadían, sobre todo a ellos mismos.
Una hora después de lúdica y sensual batalla, el paisaje del salón era irreconocible. La preciosa ropa interior de Ruth aparecía colgando en la lámpara cercana al tresillo y toda mi ropa dispersa por el lugar, en las formas más caprichosas. En su tocadiscos sonaba la Fantaisie – Impromptu de Chopin.
Envuelto en el enigma de mi interlocutor llegamos al bar del hotel donde esperaba mi amigo Félix, sonaba el New York, New York, de Sinatra; Gabriele se detuvo antes de alcanzar la barra.
I dolce suono por la Callas
Reconocería esa voz gutural donde fuera y pasasen los años que pasasen.
¿A pesar de la música? – dije. En el bar sonaba el aria Il dolce suono de Lucia di Lammermoor.
Sé distinguir al mismo tiempo la voz de La Callas y la de un canalla…
Espero que fracases – le dije divertido.
Vaya amigo que tengo, debería hacerte feliz que llegara a ser una lady como las Mitford o la señora de un multimillonario naviero griego, como Jacqueline. Además yo te seguiré queriendo.
Ya, como dice el bolero: Porque te quiero tanto me voy.
Un día me lo tienes que cantar… me gustan mucho los tangos.
Bolero, es un bolero, cariño.
Le localicé precisamente en la barra, sentado en uno de los taburetes, con su perenne whisky en una mano y el cigarrillo en la otra, como si fuesen apéndices de sus dedos. Sonaba Lo importante es la rosa, de Gilbert Becaud. Sonrió al verme…
Ascendimos a pié un piso más, la puerta abierta de la azotea mostraba una animada verbena. Farolillos de colores se alternaban con banderitas de países reales e inexistentes, el tocadiscos cantaba el Rock de la cárcel con la sensual voz de Elvis, la fiesta de la prisión de Presley se mezclaba con la de la terraza provocando el baile desenfrenado de las parejas.
A la sazón, usted piensa que no hay poderes extrasensoriales – dijo, elevando el tono de voz por encima de los gorgoritos de los Bee Gees cantando How Can You Mend a Broken Heart, preguntándose cómo podían reparar un corazón roto. No sé el porqué, pero pensé en Camperol.
Me quedé impresionado, aunque nada sorprendido. Nuestro quinteto se estaba ganando el infierno y, siguiendo la increíble historia de Nogal, el diablo sus almas. Giré el interruptor del hilo musical de mi habitación, la voz de Carlos Gardel cantaba Por una cabeza. “No olvides, hermano, vos sabés, no hay que jugar…” Jugar con según quién era un reto demasiado peligroso, pensé.
Comprendí que Gabaldá tenía más enemigos que Satanás y el asesino, en caso de que fueran tres personalidades distintas. La luna, como en la canción de Henry Mancini, dibujaba un río de luz que envolvía al edificio del Manila con un aura argenta, tal vez con intención de protegerlo o de protegerme.
Llegué puntual al Boadas, ella ya estaba sentada en la barra principal charlando con María Dolores. Al verme entrar, la mestressa cambió el disco en la platina y sonó el vozarrón de Nino Bravo con el Te quiero, no cabía duda que ambas mujeres se habían puesto de acuerdo para darme una sorpresa. Lilith esperó que llegara a su altura y me estampó un beso en los labios. Empezaba otra noche mágica.
