La Llotja de Barcelona, el emblemático edificio de la Plaza Palacio, aparece en la novela.

Desde 1352 en el lugar donde hoy se levanta la Llotja se construyó un porche y tres años después, una capilla. Por aquel entonces el solar era la misma playa, el mar llegaba hasta allí y hasta la iglesia de Santa María del Mar.
Diferentes transformaciones, las principales impulsadas por
Pedro IV de Aragón y el Consejo de Ciento, convirtieron a mediados del siglo XV los nuevos edificios en la sede del Consulado del Mar , verdadera institución que trataba de los asuntos mercantiles de la ciudad favorecida e impulsada por la tradicional expansión y comercio marítimo del Mediterráneo.
La actual Llotja de Mar, casi como hoy la conocemos, fue inaugurada en 1802, con ocasión de la celebración en Barcelona de la boda de dos de los hijos del rey Carlos IV, Fernando y María Isabel.
A partir del año 1869 la Diputación de Barcelona fue la administradora el edificio. Allí se ubicaron el Colegio de Corredores Reales de Comercio, la Asociación de Navieros y Consignatarios, el Consejo Provincial de Agricultura, Industria y Comercio, la Junta de Obras del Puerto, la Junta Provincial de Beneficencia y Sanidad, la Escuela de Náutica, la Escuela y la Academia de Bellas Artes, el Mercado de Cereales y la Bolsa.
Desde 1886 es la sede de la Cámara de Comercio, Industria y Navegación de Barcelona.
En el singular edificio tiene lugar un situación determinante de la novela.

El Palau de la Llotja, otrora la sede del Consulado del Mar, era la historia
viva de Barcelona. Reconstruido varias veces, Joan Soler i Faneca
lo transformó en 1771 en un edificio neoclásico de gran belleza. El Salón
Dorado se encontraba en la planta noble del palacio. El color dorado y el
pan de oro estaban presentes en todos los elementos decorativos, en los
marcos y molduras de todas las aberturas, en los frontones de las puertas,
en los balaustres de las balconeras y en la ménsula que sostiene un león
con el escudo de la Real Junta Particular de Comercio de Barcelona.
Textos de la novela: Los infinitos nombres del diablo.

Acudí con puntualidad. El empleado que les acompañó el día de su
llegada al hotel departía con el presidente de la Cámara y con míster
Backster en la zona de acceso al salón; me llamaron y me uní al grupo
sin necesidad de presentaciones, puesto que ya nos conocíamos todos.
Hablamos sobre la magnificencia del edificio, al que el conferenciante
americano no dejaba de alabar. Los asistentes ya iban tomando asiento
en el amplio paraninfo, en los cuatro ángulos del salón holgaban otras
tantas esculturas de mármol blanco de Damià Campeny. Himeneo, La fe
conyugal, Diana cazadora y Paris, contemplaban a los asistentes desde
sus pedestales cilíndricos. Entramos, el presidente de la Cámara y míster
Backster subieron a la tarima donde se encontraba la mesa. Me quedé con
el empleado regordete en una de las primeras filas. El guardaespaldas del
orador observaba desde una posición cercana a la mesa de presidencia.
Textos de la novela: Los infinitos nombres del diablo.



Himeneo. DamiàCampeny

Las fotos de las esculturas de Damià Campeny son de la página web de la Llotja.
Fue una interesante conferencia, el público se marchó comentando lo
escuchado. Como toda teoría, tenía sus defensores y sus detractores. No
pude abandonar el palacio sin admirar la escultura de Lucrecia, también
obra de Damià. Era magnífica en todos sus aspectos. La representaba recostada
en una silla de marfil como las de los ediles romanos. El vestido,
parcialmente desgarrado, dejaba al descubierto los brazos, el cuello y el
seno derecho de la patricia romana. Algo alejado está el estilete con el
que se ha causado la muerte para defender su honor.
Textos de la novela: Los infinitos nombres del diablo.
